Existe una enorme fiera en cada uno de nosotros que todos los días aniquila el emprendimiento, la lucha por cambiar al mundo y transformarlo en un lugar donde el esfuerzo, la creatividad y el talento de cada individuo florezcan y produzcan a su máxima expresión bienes necesarios y empleos justificados. La lucha de lo nuevo contra lo viejo se intensifica y el afán por mantener el poder que otorgan herramientas improductivas como la especulación financiera, la manipulación política y el manejo de masas con la promesa de obsequiar beneficios sin esfuerzo o merecimientos empiezan a colapsar la economía mundial. Los daños de estas tácticas muy redituables para quienes no comprenden la importancia de producir, se ven en países como China que juegan con un tipo de cambio ficticio para reducir sus precios ante otros países fomentando una feroz competencia desleal; o como España, Italia y Grecia que gastan en beneficios sociales mas de lo producen fiscalmente, agobiando a sus aparatos productivos y a los de todos los países europeos; Otro triste ejemplo son las naciones sudamericanas que con la excusa de lograr el bien común expropian empresas productivas y rentables que en pocos años convierten en ineficientes monstruos perdidos por la falta de conocimiento y la mala administracion. Andando el tiempo los funcionarios que operan a las empresas expropiadas sin el mínimo merecimiento pretenden beneficios personales o políticos reduciendo el esfuerzo pasado de otros, usando su capital en populistas campañas políticas que compran temporalmente conciencias con efímeros favores. Con estos actos no solo se quiebran empresas y se pierden millones de empleos, además se compromete permanentemente el futuro de las generaciones por venir y se agota la existencia de bienes necesarios para garantizar la vida. La educación en lugar de promover el emprendimiento y la implementación de mejores tecnologías, induce a los jóvenes a solicitar empleos para los que no están preparados, además de beneficios sociales y atenciones que en la Ley aparecen como derechos, pero que nadie está dispuesto a producir. Los maestros no saben ni pueden comprometer a los jóvenes con un proceso en el que primero se fabrica y después se reparte y con su ejemplo solo enseñan a exigir y obtener a gritos aquello que por desgracia no trabajan para merecer. Hoy es el momento para evaluar nuestra participación en estas crisis mundiales y preguntarnos, ¿Realmente produzco lo que consumo? ¿Estoy educando a mis hijos para vivir por sus propios medios? o ¿Con mi ejemplo les enseño que tienen derecho a algo que no pueden y no contribuyen a producir? Como dice la divina palabra "Por sus frutos los conoceréis" Hoy es el momento para conocernos a nosotros mismos, evaluar lo que generamos y decidir si terminamos de una vez con la bestia o dejamos que crezca y nos consuma.
Que Dios nos Bendiga!
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