Los agravios generalmente son producidos por el que los siente y no por aquel a quien se atribuyen. No supongo que la traición sea solo asunto de la imaginación del traicionado, pero puedes estar seguro que incluso ese acto indeseable difícilmente se ejercita con facilidad y sin mediar una situación compleja. Cuando se sufre una ofensa es probable que el ofensor ni siquiera se haya percatado de su proceder, pero el ofendido típicamente lo siente como un acto dirigido, personal, premeditado y alevoso, en el que el otro actúa con maldad inexplicable y un magnífico odio difícil de comprender. Esa caótica teoría del odio sin razón continuamente se ve soportada por voces asegurando que estos malos sentimientos se generan espontáneamente dado a la naturaleza humana. Es verdad que las semillas del odio, el rencor y la envidia constantemente caen sobre nosotros, tal vez es común que la primera impresión de alguien desconocido genere sensaciones negativas en quienes se ven por primera vez, pero es decisión de cada uno permitir que esas plantas nocivas germinen o no. Recuerda que es muy difícil controlar lo que sientes, pero siempre puedes controlar como actúas a raíz de ello; Por tanto, aun que es imposible controlar lo que otros sienten al estar frente a nosotros, siempre podemos actuar de manera que esas sensaciones no progresen en un sentido negativo. Hoy recuerda que perdonar no es una decisión en la que se beneficia al ofensor, perdonar es una bendición que produce sus mejores efectos sobre el ofendido, ya que está dispuesto a minimizar el mal disminuyendo su efecto con caridad y olvido, así reduce su potencia y evita que germine en su huerto la cizaña, limpiando el campo para que las mejores plantas vivan en el y le den abundantes y nutritivos frutos, esas plantas de bien, son los buenos sentimientos que se riegan y abonan con perdón ilimitado.
Que Dios Nos Bendiga!
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